Me preguntó Pepe el otro día en la mesa si había estado recientemente en los Estados Unidos. Le dije que no, aunque había recibido un par de invitaciones. La razón sigue siendo la misma. Si voy, va a ser por cosas de trabajo y para eso tengo que rellenar una serie de formularios a cuál más tonto. Ignoro si todavía tendría que responder a la pregunta de si tengo intención de matar al presidente de los Estados Unidos. Pero sí sé que en Barajas los altavoces recuerdan que los que viajan a dicho país tiene que estar en la puerta de embarque hora y media antes del vuelo. Ahora me encuentro con que los escaners corporales, esos que te desnudan hasta la piel, no son seguros, es decir, que es posible introducir explosivos sin que el escáner lo detecte (por ejemplo, en alguna cavidad corporal). Pero no hace falta tanto: basta con la ballesta de un paraguas plegable, que no da problemas con los rayos equis, pero que sí puede dar problemas a la yugular de una azafata. Un piloto estadounidense ha mostrado en youtube los fallos que tiene tanta histeria (la frase es mía) con respecto a la seguridad.
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Total, demasiados argumentos para no plantearme dicha visita que, según mi costumbre y mis posibilidades, no tendría que ser turística.
Mi primer visado para los Estados Unidos lo obtuve a finales de los 60 en el consulado de Barcelona. Se exigía una entrevista personal y el funcionario que me atendió me preguntó si hablaba inglés (él no hablaba castellano ni, por supuesto, catalán). Le mentí y le dije que no, así que trajeron un intérprete. El funcionario me preguntaba en inglés y yo contestaba de inmediato en castellano sin esperar al traductor que, él sí, traducía al inglés al funcionario que volvía a preguntarme en inglés y yo a contestar en castellano para que me lo tradujesen al inglés. Fue divertido. Pero ahora tengo juegos mucho más divertidos que pasar por el escáner dos horas antes del vuelo.
Todo esto no quita para mi admiración hacia aspectos de la vida estadounidense. Que una candidata al senado use dinero de la campaña para gastos personales, allí no sólo es un delito sino que es perseguido judicialmente. En España, de producirse (no la apropiación indebida, que sí se produce, sino la judicialización), sería por ajustes de cuentas dentro del propio partido y lo que sería extraño no es que se produjese la apropiación sino que se castigase.
Todo esto no quita para mi admiración hacia aspectos de la vida estadounidense. Que una candidata al senado use dinero de la campaña para gastos personales, allí no sólo es un delito sino que es perseguido judicialmente. En España, de producirse (no la apropiación indebida, que sí se produce, sino la judicialización), sería por ajustes de cuentas dentro del propio partido y lo que sería extraño no es que se produjese la apropiación sino que se castigase.
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