José Asensi Sabater
Los cambios más significativos de los últimos tiempos se pueden resumir en los tres siguientes: cambios geopolíticos, cambios tecnológicos de los instrumentos de comunicación y crisis sistémica de la economía global.
De ellos, el primero es probablemente al que debemos de prestar más atención por sus efectos a largo plazo y como medio de entender fenómenos tan actuales como las transiciones de numerosos países hacia formas más democráticas en el modo de gobernarse. Tal es el caso de los países árabes, azotados por la carestía, movilizados por nuevas generaciones de jóvenes airados con sus gobiernos corruptos y autocráticos, aunque también, y esto es tal vez lo más importante, conscientes de que los esquemas geoestratégicos heredados de la época de la división del mundo en bloques terminó hace ya tiempo y que, hoy, las coordenadas han cambiado.
Este somero análisis vale también para transiciones en ciernes de países aislados y rezagados como Cuba. Es obvio que el régimen cubano lleva años deshojando la margarita de cómo encarar un cambio que a todas luces se hace inevitable. Pero dadas las especiales circunstancias de la isla, la chispa que disparará los cambios no provendrá exactamente de la masa juvenil, desplazada en gran media a la diáspora, ni tampoco de las redes sociales que, aunque presentes en la clandestinidad, pueden ser policialmente acalladas. El factor geoestratégico será, a mi modo de ver, determinante. Ya no hay un espacio comunista fuera de Cuba y sus tradicionales aliados como Venezuela, u otros añorados como Libia, son poco fiables, o poco eficientes, o simplemente se convirtieron en regimenes cleptocráticos.
Los campos en que se divide el mundo ya no son bloques ideológico-militares contrapuestos. Esto se terminó con la caída de la Unión Soviética. El ascenso de China y la batalla por la apropiación de los recursos del planeta, tanto en el apartado energético como alimentario, es en estos momentos la clave decisiva, así como el deseo de la gente de gobernarse con arreglo a estándares respetables. Las tensiones sociales y los conflictos ya no se dan entre bloques ideológicos sino dentro de cada sociedad.
Desde este punto de vista, Cuba no puede pretender llevar a cabo una transición al estilo de las que se produjeron en décadas anteriores. Ni el modelo chino, ni el vietnamita, más cercano a sus viejas relaciones internacionales, u otros como Taiwan (¿), son los únicos puntos de anclaje. La transición en Cuba tiene como referencia a América Latina, especialmente el área del Caribe, y a los Estados Unidos. A ello hay que añadir la disposición de los Estados Unidos a establecer relaciones más equitativas y equilibradas con el continente americano, como modo de frenar el desembarco chino en amplias regiones del cono sur. La reciente gira de Obama por varios países latinoamericanos se inscribe en este movimiento estratégico de largo alcance.
Estos días se reúne en Nueva York un grupo de académicos que analizan aspectos diversos de la situación cubana. Expertos de las mejores universidades norteamericanas y europeas, así como profesores cubanos de la isla, en su mayoría “raulistas”, debaten sobre las alternativas que hay sobre la mesa en vísperas del importante sexto congreso del partido comunista cubano. La tesis que se abre camino es la de apoyar los nuevos “lineamientos” diseñados por el régimen para favorecer una apertura económica de Cuba en diversos capítulos, lo que llevaría a una relajación gradual de los tres factores que hasta ahora han mantenido a la sociedad cubana en una camisa de fuerza: la omnipresencia del partido único, la militarización de la política y la dirección autoritaria de la economía y de la sociedad.
Ésta es la línea a la que se apuntan, me parece a mí, la propia Iglesia católica de la isla (tal vez el sector extra-régimen mejor organizado) y otros sectores influyente del interior y de la diáspora. Ello permitiría la apertura de espacios de libertad económica que más tarde o más temprano se traduciría en espacios institucionales de libertad. Un giro de la política norteamericana –relajando y eliminando finalmente el embargo- y europea –modificando la Posición Común- serían otras piezas indispensables del planteamiento.
Enfrente está la tesis de los que anteponen criterios políticos: el fin de la dictadura y un proceso constituyente. Pero esta opción, en mi opinión, tendría como resultado el encastillamiento del régimen y el bloqueo de la situación sine die.
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