José Asensi Sabater
Paseo por el parque, recuerdo, un parque en que hay muchos niños y voy acompañado de algunos de mi familia y de Mariano Rajoy. No se qué demonios hace allí Mariano Rajoy. Los niños empiezan a flotar en el aire como globitos de gas y se elevan por encima de nuestras cabezas y, horror, de repente comienzan a caer y a estrellarse contra el suelo poseídos de una especie de ataque nervioso que los pone rígidos. Esa rigidez se apodera también de mí, de mis acompañantes y del propio Rajoy, que abre la boca y lanza un grito electrizante. Y en ese momento me despierto.
Esa pesadilla me la cuenta un amigo que la noche anterior había visto el documental “Inside Job”, o sea, “trabajo interno”, “trabajo sucio” o “sabotaje”, el famoso documental de Charles Ferguson que mucha gente está viendo desde hace meses y que narra la historia de la mayor estafa habida desde que el mundo es mundo llevada a cabo por los dueños de las finanzas globales y que ha puesto al planeta entero a los pies de los caballos, llevándose por delante los empleos, las esperanzas y los sueños de millones y millones de personas.
No me extraña la pesadilla de mi amigo porque según los comentarios que se oyen de la película, premiada con un Oscar, pertenece al género de terror. No voy a contar la trama y aburrir a los que ya la han visto pero la recomiendo a los que no, porque es el mejor documento que se conoce sobre los autores directos de la Gran Estafa. Eso sí, no la pasen por la noche porque a lo mejor les entran náuseas y ganas de vomitar y probablemente pesadillas. Se trata del mayor espectáculo de corrupción de la Historia, creo que se puede decir, protagonizado por un grupo de cocainómanos compulsivos que llevaron la gestión de las finanzas globales –que reflejaban por otra parte los esfuerzos de millones de ahorradores- más allá de los límites de la imaginación y para quienes ninguna ganancia era suficiente.
Cabe subrayar si acaso el fraude cometido por las agencias de calificación, que ponían la triple A a bancos de inversión a punto de quebrar, y, algo que se sabía, pero ahora se confirma, y es que esas Universidades prestigiosas que se precian de tener en sus filas a los sabios de la economía, Columbia, Harvard, Stanford, etcétera, en realidad estaban gobernadas por señores académicos que, a su vez, cobraban cifras fabulosas por trabajar para los artífices del crash, difundiendo científicamente que éstos eran el exponente de la mejor economía y que su ejemplo debía de servir como acicate para los estudiantes y ser adorados como los héroes de la libertad y el progreso de los pueblos.
Por cierto, no debe de extrañar que el señor Aznar, que recibe emolumentos del magnate Murdoch, se haya ido a Columbia y allí haya soltado las conocidas ideas que tanto halagan los oídos de estos monstruos del pillaje, y, de paso, nos deje caer que Gadafi al fin y al cabo era un amigo reconvertido y que parece mentira que ahora nos metamos con él. Será acaso consecuencia de la íntima amistad que Aznar y su yerno Agag, un hombre de negocios, fraguaron con el dictador cuando Aznar le visitó en Trípoli ya no como presidente de gobierno, para algo más, supongo, que para hacer turismo: todo un hombre sin complejos este Aznar.
Luego me quedo pensando -intentando descifrar, por afición, el sueño de mi amigo- qué demonios haría allí en el parque el pobre de Mariano Rajoy. Se me ocurre que los niños-globos representen tal vez la escalada en las encuestas de las huestes de Rajoy que, de repente, caen con estrépito al tiempo que Mariano profiere su estentóreo alarido. Pero no; creo que esta interpretación es banal. Podría ser acaso que la pesadilla reprodujera oníricamente el desenlace de una situación idílica de niños flotando felices en el éter que se torna en angustia ante la catástrofe que se ve venir, paralizando al protagonista y su familia y, también a la figura del padre mandón, que en este caso es Don Mariano. Tampoco es esta una versión para echar cohetes. Me sirve si acaso para indicar que nadie quedará a salvo de esta emponzoñada situación y mucho menos los que dicen que se van a comer el mundo y devolvernos a los tiempos de Aznar, que es precisamente cuando se pusieron en marcha las bombas de relojería que han estallado. Y digo que son tiempos emponzoñados, y por otro lado expectantes, porque cuando pase la marea populista y medio facha que se avecina, la gente va a empezar a protestar de verdad.
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