Revueltas, revoluciones
José Asensi Sabater
Mientras se arrastran las economías de los países ricos al tiempo que crecen las de los países emergentes, el espacio normalmente descrito bajo los epígrafes genéricos de “musulmán” o “árabe”, ambos inapropiados, ha explotado de improviso ante la mirada atónita de gurús y analistas (que se caracterizan por no acertar ni predecir gran cosa) y la habitual indolencia de los gobiernos europeos, involucrados en el apoyo a regímenes que se suponían inamovibles.
Uno echa mano de su propia experiencia tratando de recomponer pequeños detalles que recuerda, como el viaje aquél que hice hace bastantes años acompañando al rector Ramón Martín Mateo y a Ricardo Medina a la ciudad de Argel, donde se podía ver a miles de jóvenes deambulando por las calles cogidos de la mano, como fantasmas del paro, dispuestos a iniciar una protesta por la subida del precio del pan, lo que vinculaban a la percepción de que el futuro que les aguardaba era absolutamente negro. Otra imagen que evoco estos días sucedió en las playas del Mar Rojo, similares a la de San Juan, donde había familias jordanas y egipcias tomando el sol, con la particularidad de que mientras los jóvenes maridos se exhibían en tanga dando cuartel a la turista del bikini, sus mujeres permanecían sentadas en la arena, enfundadas en sus hábitos, interesadas no obstante en el manejo de artefactos tecnológicos que las vinculaban a la Red.
Flashes de la memoria, pues, que me dan pistas de lo que sucede ahora: Malestar, carestía, masas de jóvenes formados pero condenados al desempleo y la emigración, desánimo ante el futuro, sed de libertad, redes sociales, información e intercomunicación, mujeres (un soporte esencial en las revueltas), son algunos de los ingredientes –no tan diferentes de los que se dan en el lado norte del Mediterráneo- que han hecho saltar las tapaderas aparentemente selladas por regímenes que han hecho del miedo al espantajo del islamismo radical (que alimentan discretamente, por otro lado) y de determinadas geoestrategias la coartada para mantenerse en la cima de la corrupción y procurarse un inmenso botín.
La crisis económica, como se sabe, produce el efecto de desgastar a las primeras de cambio a cualquier gobierno, sea o no democrático. La diferencia radica en que, en las democracias consolidadas, los partidos, las instituciones y el marco constitucional proporcionan mejores alternativas y cauces para disipar el malestar. En Túnez, Egipto y otros países vecinos, lo único que hay es el régimen y el vacío. De manera que llenar ese vacío es el principal escollo para convertir lo que ha sido una gran revuelta para echar a los autócratas en un movimiento democrático y transformador.
Nadie sabe, obviamente, qué va a suceder. La protesta está ahí, como un signo de modernidad y de una nueva conciencia que se abre paso en una sociedad obligada a representar un papel que ya no conecta con la miríada de intereses que se abre paso confusamente desde sus propias entrañas, precisamente por parte de la gente en cuyas manos está el único futuro posible. Pero, por otro lado, Egipto, el país que domina el Canal, y que cuenta con poderosos aliados, entre ellos Israel, tiene instrumentos en manos de la autocracia para resistirse al cambio y dar tiempo a que la oligarquía que gobierna trace sus planes.
Me viene a la cabeza el adulador consejo que, a principios del siglo, los diputados absolutistas dieron a Fernando VII, conocido por “El Manifiesto de los Persas”, que comenzaba así: “Era costumbre entre los antiguos persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento del rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligara a ser fieles a su sucesor”. La movilización de los sicarios del Mubarak para sembrar el terror apunta a este tipo de tácticas, así como la tentación de potenciar la presencia del islamismo radical. Ojalá no sea éste el escenario que se consolide con las consecuencias nefastas que traería consigo.
Muchos miran a Obama, tal vez la clave de la solución, y no a Europa, a la inoperante Catherin Ashton, o a Trinidad Jiménez, que una vez más da la sensación de que va con el paso cambiado. El escenario planificado desde Washintong es un gobierno provisional con el consenso del ejército, los grupos opositores y sectores del régimen de cara a un gobierno provisional que dé paso inmediato a elecciones: una solución, dicho sea de paso, a la española. Veremos.
Un apunte final: Internet y las redes sociales han sido una herramienta fundamental para la revuelta pero son mucho menos eficaces a la hora de la deliberación pública y la toma de decisiones.
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