(Publicado hace 15 años)
El tratamiento dado a los casos de corrupción ha producido una deslegitimación de la clase política en general (aquí y en todo el mundo) y, en particular, un desprestigio del PSOE en España. Es un fenómeno demasiado global como para darle un tratamiento local y local y localista es España. La mundialización de los comportamientos corrompidos parece tener que ver con los siguientes factores:
El tratamiento dado a los casos de corrupción ha producido una deslegitimación de la clase política en general (aquí y en todo el mundo) y, en particular, un desprestigio del PSOE en España. Es un fenómeno demasiado global como para darle un tratamiento local y local y localista es España. La mundialización de los comportamientos corrompidos parece tener que ver con los siguientes factores:
1.- Las campañas electorales se han hecho muy caras por la irrupción de la televisión, las campañas de imagen y demás elementos del márketing político. Frente a esos gastos, todos han buscado fuentes "sumergidas" de financiación, evidentemente ilegal. El partido en el gobierno tiene mayor acceso a esta financiación ya que tiene en sus manos muchas más decisiones que los partidos de la oposición. Cuando el sistema electoral es como el estadounidense o el japonés, no hay tanta diferencia entre gobierno y oposición. Lo mismo ha sucedido con la financiación de los costes crecientes de funcionamiento tanto de los partidos como de los sindicatos: han sido necesarias fuentes "alternativas" más allá de las magras cuotas de los militantes.
2.- Los encargados de tales actividades de recaudación se encuentran con mayor acceso al desvío de fondos no hacia el partido o sindicato para el que están haciendo el trabajo sucio, sino para su lucro personal. Los partidos (y sindicatos) hacen la vista gorda gracias a un análisis "coste-beneficio": prefieren seguir ingresando fondos aunque una parte se vaya para el "intermediario".
3.- Los medios de comunicación, por su parte, en franco proceso mundial de "murdochización" o "tabloidización", es decir, de amarillismo, han encontrado este filón para introducirlo en sus conflictos comerciales ([1]). Dan a la gente lo que la gente pide y con ello refuerzan que la gente lo pida. Y lo que pide la gente es: sangre (real o metafórica), campañas electorales caras (entretenidas, vistosas) y gastos austeros de los partidos (mejor ningún gasto).
4.- Las elites mundiales se están concentrando pero las elites nacionales se están dividiendo. El arma de la denuncia de la corrupción es muy útil en el "arreglo de cuentas" entre fracciones de las elites políticas (intra-partido sobre todo, pero también inter-partido), económicas (uso empresarial del "dossier"), intelectuales (chantaje de periodistas a periodistas o de periodistas a no periodistas), etc. Creo que hay que ver esta carrera por ver quién denuncia más, como una forma de "jenizarización".
Mi impresión es que, en el caso de España, la opinión pública ha "cristalizado": como en las soluciones de sales poco solubles, la cantidad de sal que una determinada cantidad de líquido acepta sin precipitarse es limitada. Se puede ir aumentado la cantidad de sal y se va diluyendo, pero hay un momento en el que un sólo grano de sal añadido al líquido hace que la solución se precipite. Ese grano, aquí, fue el caso Roldán. Por seguir con la metáfora, se podría pensar en añadir más líquido (por ejemplo, que González se fuera a Bruselas), pero tengo serias dudas sobre su efectividad. Por supuesto, mucho menos va a funcionar la esperanza en que la recuperación económica vaya a cambiar las opiniones del electorado. Si yo entiendo bien dicha "recuperación", lo va a ser en términos de, por ese orden, inversión, producción y consumo. Pero no va a producir cambios espectaculares en el empleo... si no es para hacer aumentar el desempleo gracias a las nuevas tecnologías, la deslocalización, el "re-engineering" (neo-taylorismo) y demás factores bien conocidos ([2]). Y, en todo caso, no es eso lo que el electorado reprocha al PSOE y por lo que se le ha castigado en las elecciones europeas de 1994 y, previsiblemente, se le va a seguir castigando ([3]).
No veo terapias para este supuesto. La imagen del PSOE está dañada y la solución ha "precipitado". El PSOE, si no se rompe en su XXXIV Congreso, pasará a la oposición, lo cual no es nada grave y hasta es posible que sea terapéutico para el partido. Pero el punto es que es la clase política la que está desprestigiada y que no le veo alternativas a corto plazo. De todos modos las lecciones, de cara al futuro, pueden ser:
1.- Hace falta un pacto entre caballeros para solucionar la financiación de los partidos y sindicatos y el coste de las campañas electorales.
2.- La tolerancia por parte del partido se paga tarde o temprano. Y, mucho más, el que sea el partido el que lo haya fomentado en una borrachera de poder y arrogancia que se ha demostrado fatal. (Sigo pensando que la arrogancia con que todavía hoy algunos cargos de tercera -normalmente no electos- siguen tratando a la gente es un factor más en la "precipitación" o "cristalización" de la opinión según la cual la "era socialista" ha terminado. Es decir, debe terminar).
3.- La política no es sólo, en las presentes circunstancias mundiales, un asunto de gestión sino que también comporta darse cuenta de los peligros reales que acechan al sistema democrático de los que no son ajenas las grandes empresas de comunicación y el reajuste de la elite mundial. El tema de la corrupción se ha demostrado un buen instrumento de "fascistización" y han sido los partidos democráticos con su comportamiento irresponsable los que han proporcionado dicho instrumento.
[3]. Las razones de tal castigo eran previsibles y fueron previstas por ejemplo en José M. Tortosa, "Errores socialistas", Información (Alicante), 30 de noviembre, 1982, p. 2, día de la primera investidura de Felipe González como Presidente, y elaboradas en José M. Tortosa, El 'cambio' y la modernización. OTAN, CEE y nuevas tecnologías, Alicante, Instituto de Estudios "Juan Gil-Albert", 1985.
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