miércoles, 24 de noviembre de 2010

tambores de guerra

hola amigos, aquí van algunas reflexiones de actualidad. Saludos afectuosos. Pepe Asensi

Tambores de guerra

José Asensi Sabater

Yo supe que la joven generación saharaui estaba en la idea de desbordar a la vieja guardia del Frente POLISARIO por un alumno saharaui que casualmente conocí meses atrás en uno de mis cursos. Después de veintitantos años de un alto el fuego en la zona, esperando y esperando a que se moviera algo en Naciones Unidas, o con ocasión de las giras de los diferentes enviados internacionales, era lógico que algo tuviera que pasar.

Me comentó algunas cosas como que la comunidad saharaui está cansada y desesperada, pudriéndose lentamente en los campos de Tinduf, con el puro desierto como entorno, mientras la ocupación marroquí prosigue y se adueña de hecho de los destinos del territorio. Y también mencionaba que una porción de los propios saharauis se pasa a las filas del enemigo con tal de aprovechar las prebendas que ello conlleva y que tan generosamente dispensa en estos casos el Rey de Marruecos.

Es comprensible entonces que la joven generación no esté de acuerdo con que una Autonomía para el territorio del Sahara Occidental sea la única opción, pues sabe de sobra que encierra el peligro de ser el paso definitivo hacia la asimilación. La salida, pues, a la que está abocada, es la de golpear los tambores de guerra para hacerse oir. Una guerra que, a pesar de que probablemente esté perdida para ellos, puede ser cruenta y larga. No hay que olvidar que los señores del desierto son los saharauis, ante quienes el muro levantado por Marruecos para defender la ocupación no es un obstáculo insalvable.

La guerra, como tal, no es lo recomendable, pensé y le dije, máxime cuando él mismo podría ser movilizado una vez que los primeros mil combatientes cayeran en el campo de batalla. Una guerra siempre es un desastre en todo caso. Pero precisamente por ello algo más habría que hacer para evitarla.

Aquí en España a los saharauis se les quiere y aprecia y muchos son los españoles que mantienen lazos de solidaridad con este pueblo sufriente. Permanece en la conciencia histórica de los españoles, como una mancha indeleble en la hoja de servicios, que el régimen de Franco, con el dictador ya en las últimas, entregara el territorio al reino Marruecos en 1975, desentendiéndose de sus responsabilidades internacionales. Aquello fue posible porque “la marcha verde” no fue un movimiento urdido sólo por Marruecos, sino avalado y garantizado por los Estados Unidos y Francia, sus aliados objetivos en la zona.

Desde entonces, la reversión del proceso por vía legal es una variante de lo imposible. La situación está bloqueada y el paso del tiempo sólo favorece al ocupante de hecho. Las resoluciones de Naciones Unidas, a favor de un referéndum de autodeterminación, o las del Tribunal Internacional de Justicia reconociendo los derechos del pueblo saharaui, son papel mojado ante los hechos consumados. Hace mucho tiempo que la autodeterminación tiene el aspecto de una entelequia, mientras que gana adeptos la idea de la Autonomía, que, como dije, corre el peligro de estar administrada en beneficio del ocupante.

España, cada vez más alejada de la primera línea de intervención en el conflicto, ha cambiado hace tiempo de posición sin dar explicaciones. Encajonada entre Marruecos y Argelia, las dos potencias locales, y con problemas geoestratégicos propios, apenas puede asomarse por el escenario. De manera que viene manteniendo un perfil deliberadamente bajo, un perfil que en los últimos tiempos –y más aún a raíz del asalto brutal al campamento de El Aiun- se decanta ya sin tapujos (alguien diría sin complejos) por el apoyo al ocupante.

La realpolitik que, en general, exhibe el Gobierno español de un tiempo a esta parte en todos los frentes y en todos los temas va más allá de lo razonable. Tampoco es necesaria una exhibición tan descarnada, sobre todo en este caso. Supongo que esto no le granjea adhesiones entre sus simpatizantes de izquierda, y así se han expresado éstos en diferentes foros. Hace cuatro días, como quien dice, la flamante ministra de exteriores, Trinidad Jiménez, se iba de manifestación en apoyo al pueblo saharaui. Otros muchos socialistas (se dice que Pedro Cerolo está desolado) están sumidos en el desconcierto. Una protesta formal y una denuncia en toda regla frente a la violación de derechos humanos y al bloqueo informativo dictado por el Gobierno marroquí era lo mínimo esperable.

Dudo que todos estos considerandos logren apaciguar los ánimos del alumno que mencioné. El Gobierno español tiene una posición difícil, sin duda, pero está obligado a hacer algo más, teniendo en cuenta que, con su pasividad, agudiza el conflicto, y, en última instancia, tampoco por esta vía defiende eficazmente los intereses de España. La guerra no es la solución, pero el amordazamiento sine díe del pueblo saharaui tampoco.


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