sábado, 20 de noviembre de 2010

La lucha contra la corrupción cuando ya se ha producido

Una vez llegados a la situación española actual, con dos o tres escándalos -no necesariamente reales- por semana, puedo dudar que los medios de comunicación dejen de utilizar ese tipo de primera página. También me cuesta creer que pueda haber un pacto de caballeros entre los partidos para no airear más los escándalos del contrario en aras de la defensa de la democracia. Más bien creo que, por un lado, se produce un caso de dilema del prisionero, es decir, la estrategia óptima para los dos es callarse, pero la que acaban poniendo en práctica es la de no callarse porque los dos saben que si uno calla y el otro no, es este último el que sale ganando. Por otro lado, aunque los líderes lleguen a dicho hipotético pacto, los segundos (y más los de tercera fila) no van a dejar pasar la ocasión de mostrar cuán corruptos son "los otros". Encima, no hay que olvidar que en Italia, después de la erupción de la Tangentopo­li y el hundimiento del anterior sistema de partidos, la corrupción sigue campando por sus respetos ([1]).

En general, la lucha contra la corrupción no es más eficaz si se aumentan las penas (aunque probablemente haya que hacerlo) sino si se aumenta la probabilidad de ser castigado ([2]). De todas for­mas, ésta es una lista genérica posible:

1.- Penalizar la conducta corrupta no sólo formalmente (multas, prisión etc.) sino, sobre todo, informalmente: hacer públicos los nombres, pérdida de estatus profesional, expul­sión (no "dimi­sión") etc.

2.- Mejorar los sistemas de control: muestras aleatorias, inspec­ciones, análisis estadísticos...

3.- Detectar los puntos vulnerables a la corrupción que pueda tener la organización (partido, ayuntamiento, diputación etc.) y someter­los a una vigilancia particular. En términos jerár­quicos, dichos puntos vulnera­bles son, en mi opinión, por orden de más a menos, los funcionarios de alto rango, los políticos de segundo rango, los funcionarios de segundo rango y los políticos de alto rango ([3]). En la cadena de proce­di­mientos, los puntos vulnerables son los cuellos de botella.

4.- La vigilancia no significa necesariamente aumentar la burocra­cia y el papeleo (que es un factor más que provoca corrupción) sino establecer un sistema de control específico que se aplica a todos los casos por igual. Aumentar el control en un caso y no haberlo hecho y no hacerlo en otros semejan­tes, es una forma más de arbitrariedad, no de lucha contra la corrupción.

5.- Crear la figura del arrepentido y aceptar los "chivatazos" por norma y, por norma, no creérselos sino someterlos a investigación. Publicar primero, investigar después es uno de los comportamientos irresponsables de algunos medios de comunica­ción en el mundo sensacionalista.

6.- Crear nuevas instituciones como el ombudsman, comités de audito­ría, unidades anti-corrupción etc.

7.- Cambiar la cultura de la empresa o la institución. Promulgar un código de conducta. Tiene una cierta lógica que si los subordinados ven "forrarse" a los superiores, aquéllos tenga un incentivo adicional a corromperse.



     [1].   "Business ethics. When the fiddling had to stop", The Economist, 2 de julio, 1994, p. 59.
     [2].   R. Klitgaard, Controlling Corruption, Univer­sity of California Press, Berkeley, 1988.
     [3].   La diferencia entre funcionarios y políticos es que éstos son interinos y aquéllos fijos en la percepción del corruptor. La combinación con el rango hace que sea más arriesgado denunciar a un alto funcionario, más rentable corromper a un político medio, el funcionario medio tiene poco que ofrecer y el político de rango alto obtiene satisfacciones por otros conductos. Es, obviamente, una "lógica" no una descripción.

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