lunes, 27 de diciembre de 2010

Viajar a USA

Me preguntó Pepe el otro día en la mesa si había estado recientemente en los Estados Unidos. Le dije que no, aunque había recibido un par de invitaciones. La razón sigue siendo la misma. Si voy, va a ser por cosas de trabajo y para eso tengo que rellenar una serie de formularios a cuál más tonto. Ignoro si todavía tendría que responder a la pregunta de si tengo intención de matar al presidente de los Estados Unidos. Pero sí sé que en Barajas los altavoces recuerdan que los que viajan a dicho país tiene que estar en la puerta de embarque hora y media antes del vuelo. Ahora me encuentro con que los escaners corporales, esos que te desnudan hasta la piel, no son seguros, es decir, que es posible introducir explosivos sin que el escáner lo detecte (por ejemplo, en alguna cavidad corporal). Pero no hace falta tanto: basta con la ballesta de un paraguas plegable, que no da problemas con los rayos equis, pero que sí puede dar problemas a la yugular de una azafata. Un piloto estadounidense ha mostrado en youtube los fallos que tiene tanta histeria (la frase es mía) con respecto a la seguridad.
.[]

Total, demasiados argumentos para no plantearme dicha visita que, según mi costumbre y mis posibilidades, no tendría que ser turística.
Mi primer visado para los Estados Unidos lo obtuve a finales de los 60 en el consulado de Barcelona. Se exigía una entrevista personal y el funcionario que me atendió me preguntó si hablaba inglés (él no hablaba castellano ni, por supuesto, catalán). Le mentí y le dije que no, así que trajeron un intérprete. El funcionario me preguntaba en inglés y yo contestaba de inmediato en castellano sin esperar al traductor que, él sí, traducía al inglés al funcionario que volvía a preguntarme en inglés y yo a contestar en castellano para que me lo tradujesen al inglés. Fue divertido. Pero ahora tengo juegos mucho más divertidos que pasar por el escáner dos horas antes del vuelo.
Todo esto no quita para mi admiración hacia aspectos de la vida estadounidense. Que una candidata al senado use dinero de la campaña para gastos personales, allí no sólo es un delito sino que es perseguido judicialmente. En España, de producirse (no la apropiación indebida, que sí se produce, sino la judicialización), sería por ajustes de cuentas dentro del propio partido y lo que sería extraño no es que se produjese la apropiación sino que se castigase.

jueves, 23 de diciembre de 2010

un año bajo el signo del miedo

Un año bajo el signo del miedo

José Asensi Sabater

El año transcurrido ha sido bueno para los que cuentan con recursos, seres sin problemas que han tenido la oportunidad de elegir y de optar para mantener su capital a buen recaudo. Para la gente del común, para las empresas pequeñas y medianas, ha sido un tiempo de angustia y desesperanza.

Dado que el epicentro de la crisis se sitúa bajo nuestros pies, varias cosas se han puesto de manifiesto: la primera es que el estilo de vida occidental está tocado. El Estado, el anciano ente soberano, se ha desvanecido como un espejismo, y con él la promesa de cohesión social por la que, en gran medida, se justificaba. Entre la arrogancia del gran capital, por un lado, y Wikileaks por otro, le han despojado de sus ropajes, dejándole a la intemperie. El vacío creado ha sido ocupado por otros poderes que se mueven a sus anchas sin más límites que los que así mismos les place darse.

La crisis ha venido a mostrar que la relación de confianza entre la gente y sus representantes políticos ha hecho aguas. La democracia, tal como se entendía, ha resultado seriamente dañada, de suerte que la distancia entre el comportamiento errático de la clase política y el electorado no ha hecho más que agrandarse hasta adquirir dimensiones abismales. Los partidos políticos y otros entes representativos del trabajo o de la empresa han adquirido un aire fantasmal, por lo que no es de extrañar el descrédito que les afecta. Tanto da que se trate del grupo en el poder como del grupo de recambio, puesto que uno y otro obedecen a mandatos que no son los de sus votantes.

La batalla, en fin, contra los autores y los instrumentos del estropicio que padecemos no sólo no se ha ganado sino que los más han sido derrotados. Verdaderamente se puede decir que el siglo XXI, que debutó con la siniestra destrucción de las Torres Gemelas, se ha visto confirmado con la ola devastadora de la crisis. Las cosas, pues, no serán jamás como fueron.

Cuesta entender, sin embargo, que cambalaches tales como el que la deuda privada se haya convertido en pública -para que los ventajistas multipliquen aún más sus ganancias en el gran casino de las finanzas globales, donde abundan los estafadores- se haya consumado sin que la multitud de damnificados alce su voz. Motivos para ello hay, pero algo lo impide.

Lo que lo impide, a mi modo de ver, es el clima gélido de miedo que se ha expandido por doquier hasta penetrar por los poros y las mentes de la gente. El miedo es libre, sin duda. Pero estamos ante un miedo inducido, sistémico, que suele ser el acompañante oscuro de todas las grandes crisis. Un miedo que emana de distintas fuentes, desde los discursos aparentemente inocentes y entretenidos que ponen fecha a la llegada del fin del mundo, en sus distintas variantes escatológicas, hasta los relatos más verosímiles que hablan de que el planeta ha llegado a rebasar sus límites y que el crecimiento por el crecimiento no es una buena idea.

En este escenario cada cual recrea y agudiza sus propios miedos. Temor a los mercados y a sus cábalas. Temor a perder señas de identidad. Miedo a los chinos, a los desastres potencialmente mortíferos de guerras por venir. Miedo al terror, que a veces se confunde con el Islam. Miedo a quedarse sin empleo o a no recuperarlo. Miedo al otro, sea inmigrante o extranjero. Miedo al futuro, a los recortes y el empobrecimiento. Miedo a hablar y a manifestarse, bajo la amenaza de un temor inconcreto que divide cualquier movimiento de protesta, que estrangula la autoestima y bloquea todo atisbo de esperanza.

El mensaje que cabría dar en el año de comienza es, precisamente, sacudirse el miedo de encima. No sabría decir cómo se hace esto y cómo sería posible superarlo desde las situaciones más o menos desventajosas en las que cada cual se encuentra. Sí creo que las ideologías del siglo XX ya no son un refugio seguro ni cabe encontrar en ellas una guía tranquilizadora. Creo también que la propia situación genera anticuerpos. Se trata de aceptar el hecho de que el mundo es como es y no como nos gustaría que fuera, pero que puede ser cambiado, al igual que nuestras vidas.

Otra prueba

"Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material; de hecho, esta búsqueda es todo lo que queda de nuestro sentido de un propósito colectivo. Sabemos qué cuestan las cosas, pero no tenemos idea de lo que valen. Ya no nos preguntamos sobre un acto legislativo o un pronunciamiento judicial: ¿es legítimo? ¿Es ecuánime? ¿Es justo? ¿Es correcto? ¿Va a contribuir a mejorar la sociedad o el mundo? Éstos solían ser los interrogantes políticos, incluso si sus respuestas no eran fáciles. Tenemos que volver a aprender a plantearlos…”.
JUDT, Tony (2010), Algo va mal, Taurus, Madrid, pág. 17.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

creidos y descreidos

Se dice que la gente anda descreída. Lo que se quiere decir en realidad es que ya no cree en el sentido fuerte de la expresión. En síntesis: se quiere decir que ya no se cree en Dios. Y esto tiene su importancia, porque la "verdad" no se contrapone a la "creencia", sino que se basa en ella. Una creencia en un absoluto, como Dios es, proyecta una Verdad absoluta.
Tras la "muerte de Dios", esto ya no es posible. Ningún absoluto certifica ya la Verdad. Habrá que acostumbrarse.
Gracias por tu reflexión, José María

Julian Assange

Julian Assange

José Asensi Sabater

El acontecimiento del momento, dejando a un lado la crisis económica y sus efectos, es la irrupción en la escena mundial de Julian Assange y de su herramienta virtual de la “verdad” de la era global, Wikileaks.

Sobre el escurridizo Assange, líder de Wikileaks, se sabe casi todo: no vamos a descubrirlo aquí. Ha hecho saltar candados que guardan celosamente los secretos de Estado, sorteando los intricados códigos encriptados o sin encriptar y poniendo al descubierto una parte de la realidad oculta que, antes de Wikileaks, sólo era contrastada (si bien intuida) tiempo después de que los hechos se hubieran enfriado. Si algo se puede decir de la era global es esto: el presente. Los acontecimientos se dan en tiempo real. El futuro es ahora.

La principal víctima del zarpazo de Wikileaks es el Estado (más bien su concepto), en cuanto que el Estado venía definido en los manuales como un ente autosuficiente, es decir, soberano, y en cuanto que guardaba la memoria de sus relaciones con otros estados, con amigos y enemigos, interiores o exteriores, y necesitaba ocultar la información sensible para preservar su seguridad y velar sus intenciones. La crisis del Estado es un viejo tema que tiene por lo menos cien años de historia: Wikileaks le ha dado la puntilla al señalar que el rey está desnudo. ¡Bienvenidos al presente!

Por el momento, el punto de mira de Assange está fijo en la superpotencia norteamericana, lo que no es casual. Desvelar la gestión de la superpotencia en las guerras de Afganistán o Irak, el maltrato jurídico y físico de los presos de la Base de Guantánamo, el comportamiento de los soldados y las violaciones de los derechos humanos, son sin duda hechos noticiables que el público tiene derecho a conocer y los periódicos a publicar para general conocimiento. También entra en la categoría de lo noticiable, por ejemplo, la sensible acogida por parte de sectores del poder judicial español a las presiones de la diplomacia norteamericana, obsesionada con evitar las peores consecuencias de la ley de jurisdicción universal por delitos de lesa humanidad o por los “vuelos de la muerte”, todos ellos hechos denunciados en su momento sin mayores consecuencias.

Otros “papeles” publicitados por Wikileaks no entran, sin embargo, en la categoría de lo noticiable, a mi modo de ver. La última entrega, por ejemplo, que pone al descubierto opiniones e informes de la diplomacia norteamericana en sus encuentros y conversaciones con líderes de diversos países roza el chismorreo político. Salvo para los analistas de la condición humana, saber qué piensa el embajador de turno de Zapatero, Rajoy, Merkel, Putin, Medvédev, Sarkozy, etcétera, no aporta gran cosa y se desliza hacia el reality show. Toda diplomacia se desenvuelve en un contexto paranoico y utiliza dos lenguajes: el propiamente diplomático, ajustado a la cortesía y a las reglas, y el normal, que transmite en secreto a sus jefes.

La cruzada del ciudadano Assange por la transparencia y la “verdad” tiene aspectos claro-oscuros: claros, cuando delata crímenes y tramas criminales del poder que toda persona civilizada condenaría; oscuros, cuando pone en peligro la seguridad de personas y de colectivos enteros. A mi me parece que Assange, cuando aboga por la total transparencia en su lucha contra los poderes establecidos, se dirige a un auditorio ideal que, al parecer, no tiene en cuenta que el “polemos” existe, o sea, guerras, militares o simplemente económicas, amenazas, discursos contradictorios y éticas diferentes. Los gestores a su turno de los Estados pueden estar podridos, pero los Estados proporcionan seguridad frente a amenazas reales o potenciales. Desnudar al poder no puede ser un objetivo en sí mismo, pues otras instancias asimismo poderosas se aprovecharán de ello.

En el mundo real el secreto tiene que existir en alguna medida, aunque ya no bajo la forma grosera del secreto de estado de épocas pasadas. También las personas (de las cuales el Estado es reflejo) necesitan un reducto de secretos. La transparencia total haría de la sociedad algo inaguantable e imposible. De ahí que un fino analista, Miguel Angel Bastenier, diga de Assange que pertenece a una “corriente ácrata, de origen protestante puritano, lejanamente basada en el libre examen de la Biblia, furibundamente reivindicadora de los derechos individuales” y que “cualquiera que sea su religión o ideología –si la tiene- no es un activista de derecha o de izquierda, sino un ciudadano en rebelión contra las instituciones”.

Con Wikileaks el mundo ha dado otra vuelta sobre su eje. Es el ángel y el demonio deconstructor. Su vida, por tanto, corre peligro.

lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Es la verdad?

La mayor parte de nuestros conocimientos son creencias, es decir, no se derivan de un análisis empírico de su contenido ni los hemos sometido a ningún tipo de prueba que permita la intersubjetividad. Creemos  por qué sí (credo quia absurdum) o porque siempre ha sido así o porque conviene a nuestros intereses, pero también por confianza en la fuente (autores, medios de comunicación, autoridades de diverso pelaje), o porque compartimos esa creencia con otros. En estos casos, "anclamos" nuestra creencia en otros y, precisamente porque compartimos, es por lo que creemos.
No hay escapatoria para la creencia. Por más que sigamos sometiendo a examen lo que creemos y abandonemos algunas creencias (por ejemplo, que la Tierra está fija y es el Sol el que da vueltas a su alrededor, como muestran los sentidos), la mayor parte de nuestros conocimientos seguirán siendo creencias y nada nos dice que sean verdaderas o falsas excepto esos criterios externos (no es impensable que la Tierra esté fija; lo que sucede entonces es que los cálculos se hacen más complicados). Lo más que se puede hacer, en búsqueda de la verdad, es pertenecer a grupos diferentes (anclar nuestras creencias en grupos distintos) y, a ser posible, que esos grupos sean heterogéneos en su composición.
La ventaja de esta última opción es que genera una cierta tolerancia o, si se prefiere, un cierto respeto hacia las creencias de los demás. Cuando uno no sale de un grupo y, encima, es homogéneo, lo más probable es que sea intransigente ya que tiene asegurado el acceso a la Verdad.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

tambores de guerra

hola amigos, aquí van algunas reflexiones de actualidad. Saludos afectuosos. Pepe Asensi

Tambores de guerra

José Asensi Sabater

Yo supe que la joven generación saharaui estaba en la idea de desbordar a la vieja guardia del Frente POLISARIO por un alumno saharaui que casualmente conocí meses atrás en uno de mis cursos. Después de veintitantos años de un alto el fuego en la zona, esperando y esperando a que se moviera algo en Naciones Unidas, o con ocasión de las giras de los diferentes enviados internacionales, era lógico que algo tuviera que pasar.

Me comentó algunas cosas como que la comunidad saharaui está cansada y desesperada, pudriéndose lentamente en los campos de Tinduf, con el puro desierto como entorno, mientras la ocupación marroquí prosigue y se adueña de hecho de los destinos del territorio. Y también mencionaba que una porción de los propios saharauis se pasa a las filas del enemigo con tal de aprovechar las prebendas que ello conlleva y que tan generosamente dispensa en estos casos el Rey de Marruecos.

Es comprensible entonces que la joven generación no esté de acuerdo con que una Autonomía para el territorio del Sahara Occidental sea la única opción, pues sabe de sobra que encierra el peligro de ser el paso definitivo hacia la asimilación. La salida, pues, a la que está abocada, es la de golpear los tambores de guerra para hacerse oir. Una guerra que, a pesar de que probablemente esté perdida para ellos, puede ser cruenta y larga. No hay que olvidar que los señores del desierto son los saharauis, ante quienes el muro levantado por Marruecos para defender la ocupación no es un obstáculo insalvable.

La guerra, como tal, no es lo recomendable, pensé y le dije, máxime cuando él mismo podría ser movilizado una vez que los primeros mil combatientes cayeran en el campo de batalla. Una guerra siempre es un desastre en todo caso. Pero precisamente por ello algo más habría que hacer para evitarla.

Aquí en España a los saharauis se les quiere y aprecia y muchos son los españoles que mantienen lazos de solidaridad con este pueblo sufriente. Permanece en la conciencia histórica de los españoles, como una mancha indeleble en la hoja de servicios, que el régimen de Franco, con el dictador ya en las últimas, entregara el territorio al reino Marruecos en 1975, desentendiéndose de sus responsabilidades internacionales. Aquello fue posible porque “la marcha verde” no fue un movimiento urdido sólo por Marruecos, sino avalado y garantizado por los Estados Unidos y Francia, sus aliados objetivos en la zona.

Desde entonces, la reversión del proceso por vía legal es una variante de lo imposible. La situación está bloqueada y el paso del tiempo sólo favorece al ocupante de hecho. Las resoluciones de Naciones Unidas, a favor de un referéndum de autodeterminación, o las del Tribunal Internacional de Justicia reconociendo los derechos del pueblo saharaui, son papel mojado ante los hechos consumados. Hace mucho tiempo que la autodeterminación tiene el aspecto de una entelequia, mientras que gana adeptos la idea de la Autonomía, que, como dije, corre el peligro de estar administrada en beneficio del ocupante.

España, cada vez más alejada de la primera línea de intervención en el conflicto, ha cambiado hace tiempo de posición sin dar explicaciones. Encajonada entre Marruecos y Argelia, las dos potencias locales, y con problemas geoestratégicos propios, apenas puede asomarse por el escenario. De manera que viene manteniendo un perfil deliberadamente bajo, un perfil que en los últimos tiempos –y más aún a raíz del asalto brutal al campamento de El Aiun- se decanta ya sin tapujos (alguien diría sin complejos) por el apoyo al ocupante.

La realpolitik que, en general, exhibe el Gobierno español de un tiempo a esta parte en todos los frentes y en todos los temas va más allá de lo razonable. Tampoco es necesaria una exhibición tan descarnada, sobre todo en este caso. Supongo que esto no le granjea adhesiones entre sus simpatizantes de izquierda, y así se han expresado éstos en diferentes foros. Hace cuatro días, como quien dice, la flamante ministra de exteriores, Trinidad Jiménez, se iba de manifestación en apoyo al pueblo saharaui. Otros muchos socialistas (se dice que Pedro Cerolo está desolado) están sumidos en el desconcierto. Una protesta formal y una denuncia en toda regla frente a la violación de derechos humanos y al bloqueo informativo dictado por el Gobierno marroquí era lo mínimo esperable.

Dudo que todos estos considerandos logren apaciguar los ánimos del alumno que mencioné. El Gobierno español tiene una posición difícil, sin duda, pero está obligado a hacer algo más, teniendo en cuenta que, con su pasividad, agudiza el conflicto, y, en última instancia, tampoco por esta vía defiende eficazmente los intereses de España. La guerra no es la solución, pero el amordazamiento sine díe del pueblo saharaui tampoco.


lunes, 22 de noviembre de 2010

El problema no es la corrupción

Lo que está en juego no es la supervivencia de un determinado partido o de un sistema de partidos concreto. La elección, se dice, está entre liberalismo y democracia. Si mantenemos el dinero desnudo, el "enriquecéos", "la mejor política industrial es la que  no existe", "privaticemos", "desregulemos" y demás leitmotivs del discurso político mundial repetido por el Fondo Monetario Internacional, la Banca Mundial y la reunión del Grupo de los Siete (G-7), no nos extrañemos de que haya corrup­ción, aumenten las desigual­dades, las cri­sis ([1]). La corrupción no sería causa primera, sino el efecto de una causa más profunda. La corrupción, así, no es el problema y ése es el pro­ble­ma: que se nos plantea como EL problema.

Las medidas que anteceden son poco viables y valdría la pena terminar preguntándonos por qué. Una respuesta posible es el posible nexo entre las elites con información privilegiada (el "capitalismo" del que hablaba Braudel) y la corrupción. Si yo entiendo bien lo que sucede, el rechazo de la corrupción se produce, y hay veces en que no es hipócrita ni refleja un "no están maduras", en las capas medias de la sociedad, las que, como "tercer estado", más interesa­das pueden estar en mantener la democracia y las que suelen mostrar mayor sensibilidad hacia los planteamientos éticos. Las elites no están en esa onda: poco tiene que ver con sus intereses inmediatos. Y si el proceso de concentración en las elites mundiales es cierto (no digo que sea fácil verificarlo), por una vez puede que también sea cierto que la ideología dominante mundial no es la de la clase dominante mundial sino la que sirve a los intereses de las clases dominan­tes. Seguiremos, pues, hablando de nuevas y benévolas tecnologías (aunque destruyan empleo) y diciendo que EL problema es la corrupción.


     [1].   René Dumont y Charlotte Paquet, Misère et chômage. Libéralisme ou démocratie, Le Seuil, París, 1994.

domingo, 21 de noviembre de 2010

La lucha contra la corrupción antes de que se produzca

(Publicado hace 15 años)
Para prevenir la corrupción hay que saber cómo funciona. Quizás valga la pena recordar ([1]) que:

1.- La corrupción es un intercambio entre varios actores: hay oferta y hay demanda. Por lo menos es cosa de dos, el corruptor y el corrompido, y no hay por qué pensar que siempre es uno de ellos (el corruptor, por ejemplo) el que inicia la transacción. Cualquie­ra de los dos puede hacerlo.

2.- La corrupción produce corrupción: "Si el otro se ha aprovechado para forrarse, ¿por qué no yo cuando me llegue el momento de mangonear?". Y todavía más si se extiende la opinión de que la corrupción está muy difundida, que todos son corruptos y han sido corrompidos: el que no lo está, sintiéndose excepcional, puede pensar que lo mejor que puede hacer es conformarse a los comporta­mientos de la mayoría. El "caso Sanz" es un ejemplo cargado de presagios.

3.-Suele haber incertidumbre sobre el resultado del objeto de la transac­ción: su resolu­ción no mecánica sino que hay un elemento discrecional (se puede retrasar en el tiempo, la cuantía puede alterarse, las especifica­ciones pueden ser cambiadas etc.) y una complejidad de la que el profano queda separado. Un caso bien típico es la aplicación estricta de la legislación vigente al enemigo y la interpretación benigna al amigo. La percepción de esa arbitrariedad refuerza las tendencias hacia la corrupción.

4.- Hay secretis­mo: el mecanismo de decisión no es transpa­rente. A veces, ni siquiera es público quién decide realmente y uno de los bienes más codiciados es precisamente esa información.

5.- Por lo menos en un eslabón de la cadena de decisiones hay un ejercicio monopolista del poder (puede ser la firma del secretario general o el funcionario que lleva el expediente de las gasolineras de un despacho a otro o el director general que decide quién construye el cuartel). Si hay un momento en que la decisión de por dónde trazar en el plano la raya que separa el suelo urbanizable del no urbanizable se toma "porque sí", la probabilidad de que quien tal cosa puede hacer sea abordado con propósitos de corrom­perlo es alta.

Bajo estas premisas, las acciones a emprender podrían ser:

1.- Seleccionar al personal no sólo por su "capacidad" sino también por su "honestidad". Es posible (no es fácil) saber de comportamientos anteriores (de Roldán, por ejemplo, parece que se sabía ([2])) y parece ser que hay "predictores" de hones­ti­dad aunque, instintivamente, yo no crea en ellos. Pero, por ejemplo, poner a un enfermo de alcoholismo o a un ludópata en un puesto de responsabilidad es un riesgo demasiado elevado. Casos hay.

2.- Disminuir la necesidad de obtención de rentas corruptas y dar a entender con claridad que no se toleran haciendo ver que las pequeñas corrupciones también cuentan. Por ejemplo, die­tas cobradas en tiempo de jornada laboral o pago de dietas por trabajos no realizados como forma de "comprar" la lealtad feudal universitaria ([3]).

3.- Premiar acciones específicamente honestas y utilizar refuerzos positivos no necesariamente monetarios.

4.- Reestructurar la relación agente-cliente de forma que se elimine la combinación -inductora de corrupción- de monopolio, discrecionalidad, secretismo y escasez de rendición de cuentas.

5.- Aumentar la competencia real entre proveedores, respetando las bases de contratación y haciendo que sean igualmente secretas para todos los competidores.

6.- Reducir la discrecionalidad mediante una clara definición de objetivos, reglas y procedimientos.

7.- Evitar, siempre que sea posible, al actor que toma la decisión de forma aislada. Es mejor el trabajo en grupos sometido a revisión jerárquica y con auditores externos para los niveles más altos que el "experto" aislado que decide sin que nadie le vea.

8.- Dividir las decisiones importantes en tareas separables administrativamente de forma que nadie tenga la "llave" final de la decisión.

9.- Rotación de funcionarios.

10.- Fomentar la agrupación de proveedores con el fin de hacerlos menos susceptibles de corrupción y, sobre todo, de crear entre ellos un grupo de presión anti-corrupción.


     [1].   Harendra Kanti Dey, "The Genesis and Spread of Economic Corrup­tion: A Microtheoretic Interpretation", World Development, vol. 17, Nº 4, 1989, pp. 503-511.
     [2].   Por lo menos ahora hay gente que, en Zaragoza, dice que lo sabía. Y hablan de los "roldanes".
     [3].   Debe de haber algo más que la "endogamia" cuando hay profesores de universidad como quien afirma ser "testigo presencial y próximo de nepotismos, de francachelas a costa del erario público, de la vileza de quien aspira a una titularidad y prescinde de su sentido del honor, de las tiranías feudales de los directores de tesis, de los cambala­ches ignominiosos de los tribunales internos que deciden quién es y quién no es digno de integrarse en el gremio, de los partidismos obligato­rios para obtener una prebenda ruin, de los flagrantes acosos sexuales, de los flagrantes acosos morales, del escándalo común de que se anteponga la voluntad de conseguir un poder inmediato a los antañones principios predicados hipócritamente por doquier, de la usurpación del legítimo derecho a disentir en aras de un programa gregario y corporatista. Es esta, en fin, una Universidad desalentadora y corrupta". Alejando Montiel, "Vicios privados, virtudes públicas", El viejo topo, Nº 73, marzo, 1994, p. 58.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La lucha contra la corrupción cuando ya se ha producido

Una vez llegados a la situación española actual, con dos o tres escándalos -no necesariamente reales- por semana, puedo dudar que los medios de comunicación dejen de utilizar ese tipo de primera página. También me cuesta creer que pueda haber un pacto de caballeros entre los partidos para no airear más los escándalos del contrario en aras de la defensa de la democracia. Más bien creo que, por un lado, se produce un caso de dilema del prisionero, es decir, la estrategia óptima para los dos es callarse, pero la que acaban poniendo en práctica es la de no callarse porque los dos saben que si uno calla y el otro no, es este último el que sale ganando. Por otro lado, aunque los líderes lleguen a dicho hipotético pacto, los segundos (y más los de tercera fila) no van a dejar pasar la ocasión de mostrar cuán corruptos son "los otros". Encima, no hay que olvidar que en Italia, después de la erupción de la Tangentopo­li y el hundimiento del anterior sistema de partidos, la corrupción sigue campando por sus respetos ([1]).

En general, la lucha contra la corrupción no es más eficaz si se aumentan las penas (aunque probablemente haya que hacerlo) sino si se aumenta la probabilidad de ser castigado ([2]). De todas for­mas, ésta es una lista genérica posible:

1.- Penalizar la conducta corrupta no sólo formalmente (multas, prisión etc.) sino, sobre todo, informalmente: hacer públicos los nombres, pérdida de estatus profesional, expul­sión (no "dimi­sión") etc.

2.- Mejorar los sistemas de control: muestras aleatorias, inspec­ciones, análisis estadísticos...

3.- Detectar los puntos vulnerables a la corrupción que pueda tener la organización (partido, ayuntamiento, diputación etc.) y someter­los a una vigilancia particular. En términos jerár­quicos, dichos puntos vulnera­bles son, en mi opinión, por orden de más a menos, los funcionarios de alto rango, los políticos de segundo rango, los funcionarios de segundo rango y los políticos de alto rango ([3]). En la cadena de proce­di­mientos, los puntos vulnerables son los cuellos de botella.

4.- La vigilancia no significa necesariamente aumentar la burocra­cia y el papeleo (que es un factor más que provoca corrupción) sino establecer un sistema de control específico que se aplica a todos los casos por igual. Aumentar el control en un caso y no haberlo hecho y no hacerlo en otros semejan­tes, es una forma más de arbitrariedad, no de lucha contra la corrupción.

5.- Crear la figura del arrepentido y aceptar los "chivatazos" por norma y, por norma, no creérselos sino someterlos a investigación. Publicar primero, investigar después es uno de los comportamientos irresponsables de algunos medios de comunica­ción en el mundo sensacionalista.

6.- Crear nuevas instituciones como el ombudsman, comités de audito­ría, unidades anti-corrupción etc.

7.- Cambiar la cultura de la empresa o la institución. Promulgar un código de conducta. Tiene una cierta lógica que si los subordinados ven "forrarse" a los superiores, aquéllos tenga un incentivo adicional a corromperse.



     [1].   "Business ethics. When the fiddling had to stop", The Economist, 2 de julio, 1994, p. 59.
     [2].   R. Klitgaard, Controlling Corruption, Univer­sity of California Press, Berkeley, 1988.
     [3].   La diferencia entre funcionarios y políticos es que éstos son interinos y aquéllos fijos en la percepción del corruptor. La combinación con el rango hace que sea más arriesgado denunciar a un alto funcionario, más rentable corromper a un político medio, el funcionario medio tiene poco que ofrecer y el político de rango alto obtiene satisfacciones por otros conductos. Es, obviamente, una "lógica" no una descripción.

viernes, 19 de noviembre de 2010

La lucha contra la corrupción como parte de la mala imagen de los partidos

(Publicado hace 15 años)
El tratamiento dado a los casos de corrupción ha producido una deslegitimación de la clase política en general (aquí y en todo el mundo) y, en particular, un despresti­gio del PSOE en España. Es un fenómeno demasiado global como para darle un tratamiento local y local y localista es España. La mundialización de los comportamien­tos corrompidos parece tener que ver con los siguientes factores:

1.- Las campañas electorales se han hecho muy caras por la irrupción de la televisión, las campañas de imagen y demás elementos del márketing político. Frente a esos gastos, todos han buscado fuentes "sumergidas" de financiación, evidentemente ilegal. El partido en el gobierno tiene mayor acceso a esta financiación ya que tiene en sus manos muchas más decisiones que los partidos de la oposición. Cuando el sistema electoral es como el estadounidense o el japonés, no hay tanta diferencia entre gobierno y oposición. Lo mismo ha sucedido con la financiación de los costes crecientes de funcionamiento tanto de los partidos como de los sindicatos: han sido necesarias fuentes "alternativas" más allá de las magras cuotas de los militantes.

2.- Los encargados de tales actividades de recaudación se encuen­tran con mayor acceso al desvío de fondos no hacia el partido o sindicato para el que están haciendo el trabajo sucio, sino para su lucro personal. Los partidos (y sindicatos) hacen la vista gorda gracias a un análisis "coste-beneficio": prefieren seguir ingresan­do fondos aunque una parte se vaya para el "intermediario".

3.- Los medios de comunica­ción, por su parte, en franco proceso mundial de "murdochi­zación" o "tabloidización", es decir, de amarillismo, han encontra­do este filón para introducirlo en sus conflictos comerciales ([1]). Dan a la gente lo que la gente pide y con ello refuerzan que la gente lo pida. Y lo que pide la gente es: sangre (real o metafórica), campañas electorales caras (entreteni­das, vistosas) y gastos austeros de los partidos (mejor ningún gasto).

4.- Las elites mundiales se están concentrando pero las elites nacionales se están dividiendo. El arma de la denuncia de la corrupción es muy útil en el "arreglo de cuentas" entre fracciones de las elites polí­ticas (intra-partido sobre todo, pero también inter-partido), económicas (uso empresarial del "dossier"), intelectuales (chantaje de periodistas a periodistas o de periodis­tas a no periodis­tas), etc. Creo que hay que ver esta carrera por ver quién denuncia más, como una forma de "jenizarización".

Mi impresión es que, en el caso de España, la opinión pública ha "cristalizado": como en las soluciones de sales poco solubles, la cantidad de sal que una determinada cantidad de líquido acepta sin precipitarse es limitada. Se puede ir aumentado la cantidad de sal y se va diluyendo, pero hay un momento en el que un sólo grano de sal añadido al líquido hace que la solución se precipite. Ese grano, aquí, fue el caso Roldán. Por seguir con la metáfora, se podría pensar en añadir más líquido (por ejemplo, que González se fuera a Bruselas), pero tengo serias dudas sobre su efectividad. Por supuesto, mucho menos va a funcionar la esperanza en que la recuperación económica vaya a cambiar las opiniones del electorado. Si yo entiendo bien dicha "recuperación", lo va a ser en términos de, por ese orden, inversión, producción y consumo. Pero no va a producir cambios espectaculares en el empleo... si no es para hacer aumentar el desempleo gracias a las nuevas tecnologías, la deslocalización, el "re-engineering" (neo-taylorismo) y demás factores bien conoci­dos ([2]). Y, en todo caso, no es eso lo que el electorado reprocha al PSOE y por lo que se le ha castigado en las elecciones europeas de 1994 y, previsiblemente, se le va a seguir castigando­ ([3]).

No veo terapias para este supuesto. La imagen del PSOE está dañada y la solución ha "precipitado". El PSOE, si no se rompe en su XXXIV Congreso, pasará a la oposición, lo cual no es nada grave y hasta es posible que sea terapéutico para el partido. Pero el punto es que es la clase política la que está despresti­giada y que no le veo alternativas a corto plazo. De todos modos las lecciones, de cara al futuro, pueden ser:

1.- Hace falta un pacto entre caballeros para solucionar la financiación de los partidos y sindicatos y el coste de las campañas electora­les.

2.- La tolerancia por parte del partido se paga tarde o temprano. Y, mucho más, el que sea el partido el que lo haya fomentado en una borrachera de poder y arrogancia que se ha demostrado fatal. (Sigo pensando que la arrogancia con que todavía hoy algunos cargos de tercera -normalmente no electos- siguen tratando a la gente es un factor más en la "precipita­ción" o "cristalización" de la opinión según la cual la "era socialista" ha terminado. Es decir, debe terminar).

3.- La política no es sólo, en las presentes circunstancias mundiales, un asunto de gestión sino que también comporta darse cuenta de los peligros reales que acechan al sistema democrático de los que no son ajenas las grandes empresas de comunicación y el reajuste de la elite mundial. El tema de la corrupción se ha demostrado un buen instrumento de "fascisti­zación" y han sido los partidos democráticos con su comporta­miento irresponsable los que han proporcionado dicho instru­men­to.



     [1].   Anthony Lewis, "Britain's Press Stoops Ever Lower", Internatio­nal Herald Tribune, 5 de julio, 1994, p. 7.
     [2].   VV.AA., "Un capitalisme hors de contrôle", Le Monde diplomatique, 484, julio de 1994, pp. 18-23.
     [3].   Las razones de tal castigo eran previsibles y fueron previstas por ejemplo en José M. Tortosa, "Errores socialistas", Información (Alicante), 30 de noviembre, 1982, p. 2, día de la primera investidura de Felipe González como Presidente, y elabora­das en José M. Tortosa, El 'cambio' y la modernización. OTAN, CEE y nuevas tecnologías, Alicante, Instituto de Estudios "Juan Gil-Albert", 1985.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El problema de la corrupción y sus soluciones

Voy a reproducir, en días sucesivos, lo que publiqué a principios de 1995, hace la friolera de 15 añitos de vellón: Hoy va sólo la introducción.


Para solucionar un problema hace falta que tenga solución (es decir, que sea un problema) y que esté bien planteado. En mi opinión, el "problema de la corrupción" encubre, por lo menos, tres supuestos diferentes que, en unos casos, pueden ser objeto de soluciones (terapias, profilaxis) y en otros sólo pueden producir lecciones a aprender de cara al futuro ya que, creo, no son un problema en el sentido estricto de "tener solución".

Voy a prescindir, en lo que sigue, de las variantes que puede presentar el fenómeno ([1]) y, de momento, del caso particular de la "información privilegiada" gracias al cual determinadas elites toman la decisión apropiada en el momento apropiado y, por supuesto, en función de los propios intereses. Creo que el capitalismo ha funcionado siempre de esta forma y no creo que sea eso lo que está en discusión (beautifull people, "cultura del pelotazo") sino lo que afecta al sector inferior que sí se rige por las leyes del mercado. Confundir "información privilegiada" y corrupción (digamos, a Rubio con Roldán), como se está haciendo, es una primera forma de no salir del "impasse". El primer comporta­miento es ilegítimo, pero no es ilegal (claro: es la base del funciona­miento del sistema!). El otro es ilegal: La corrupción es un enriqueci­mien­to personal o unos ingresos colecti­vos (de un partido) derivados de un acto que se aparta de lo legalmente establecido y que no se hubiera producido de no existir la contrapar­tida de esos ingresos.


     [1].   Michael Johnston, "The Political Consequences of Corruption: A Reassessment", Comparative Politics, vol. 18, Nº 4, 1986, p. 466, proporciona una interesante tipología que incluye la corrupción de mercado (la pipriska soviética, por ejemplo), la crisis de corrupción, las redes de patronazgo, el nepotismo etc.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Algo no funciona en política

Experiencias recientes.
La primera, un largo paseo, hoy, en Barcelona por el Raval hasta acabar en el restaurante donde habíamos quedado y donde hemos pasado del catalán al castellano y viceversa sin ninguna dificultad. Pero en el ambiente circundante he escuchado todo tipo de lenguas incomprensibles, he visto trajes propios de otros países, tipos diferentes al españolito (o catalán) medio y me he detenido ante una "carnisseria islámica" (rotulada en catalán, of course) y ante cada rótulo que indica un origen extra-peninsular. Lo que me hace pensar que algo no funciona es que no he visto absolutamente nada que me hiciera pensar que hay una campaña electoral allí, cosa que sí se ve en las Ramblas adyacentes o en la Gran Vía, por donde también he paseado. ¿No cuentan? ¿No votan? ¿No pagan impuestos? (no taxation without representation). No es un barrio marginal (aunque hay pancartas por un "barrio digno"), pero sí está marginado de la res pública.
La segunda fue el lunes, cuando, en Valencia me encontré con que la Generalitat Valenciana hace lo mismo que todas las administraciones: lo que va bien, es gracias a ellos; lo que va mal, es por culpa de otra administración, sea de rango superior o inferior. El caso es que, siendo el AVE competencia del Ministerio de Fomento del gobierno central, los carteles hablan de que "entre todos lo hemos conseguido" y firma la Generalitat. Ha sido la tónica: cuando había empleo, era gracias al gobierno autónomo; ahora que hay desempleo, es por culpa del gobierno central.
La tercera va en la misma línea y se refiere al ayuntamiento de mi pueblo, gobernado por un partido diferente al anterior, pero que hace exactamente lo mismo. Nos reunió el alcalde a un grupito de profesionales vecinos del pueblo en teoría para escuchar nuestras opiniones sobre qué se ha hecho y qué se podría hacer. En realidad, era para explicarnos lo bien que lo han hecho todo y, si algo ha ido mal, es, por supuesto, por culpa de la Diputación, la Generalitat y, con la boca pequeña, el gobierno central.
Lo que, en mi opinión, no funciona es este insulto a la inteligencia sistemático o, si se prefiere, esta incoherencia igualmente sistemática. En general, cuando un dato no encaja con sus intereses o sus ideologías, el dato es suprimido. Físicamente, no. Pero políticamente sí.

DEBATE SOBRE EL SILO DE HARINAS MAGRO

Quisiera plantear mi opinión al respecto de la polémica suscitada por la conservación o no del famoso silo de la antigua fábrica de Harinas Magro. Soy ingeniero civil, y en estas edificaciones compartimos con arquitectos e ingenieros industriales las competencias profesionales. Pero sobre todo me interesa todo lo que atañe a mi ciudad y su desarrollo.
En primer lugar, expreso mi respeto hacia las opiniones a favor de conservar el silo. No sería el primero que se restaura y dedica a otros fines. No obstante, a los “conservacionistas” se les puede hacer algún reproche, ya que el proyecto de la entrada del AVE a la estación de Alicante redactado por la empresa pública ADIF en el que se incluye la demolición del silo ha pasado todos sus pertinentes trámites de aprobación de antecedentes, con sus correspondientes exposiciones al público sin que se hayan utilizado por nadie para presentar alegación alguna a este respecto.
En todo caso, tan respetable debe ser esta opinión como la contraria. Llama la atención que en el blog Alicante Vivo se vitupere y ridiculice a una persona que ha opinado en contra, y además quedando en el anonimato seguramente por miedo a que, al publicar su opinión, se le pudiera dar el trato que efectivamente se le ha dado. No ha ayudado nada que en esa opinión también se viertan descalificaciones a los “conservacionistas”.
Debates como éste, aunque tardío y por tanto inoportuno porque conlleva posibles retrasos en una obra estratégica para nuestra ciudad, son muy útiles y hasta recomendables para una comunidad viva y preocupada por asuntos que atañen a la cultura y a la historia de nuestro pueblo.
Pero para que sean auténticos debates el principio básico es que deben plantearse con seriedad, que quiere decir estudio y documentación; con respeto, escuchando todas las opiniones, y con espíritu abierto, buscando la mejor de las soluciones.
Es demasiado frecuente en estos tiempos comprobar que determinada línea de opiniones parecen vetadas, y los que las expresan deben ser marcados con un determinado estigma de “destructor-constructor, anticultural, retrógrado, etc”. Esto no es debatir, no hagamos caso a los programas de la “tele”. Los “conservacionistas” arquitectónicos no tienen la razón absoluta por definición, como tampoco la tienen los “demolicionistas” y que la Real Academia me perdone.
Por lo tanto, seamos capaces de mantener este debate dentro de las reglas y dará con seguridad frutos positivos. Lo contrario es romper, separar, dividir nuestra sociedad. Y hoy más que nunca nos necesitamos unidos. Retomemos la senda de la auténtica cultura: discrepar si es preciso, pero con gentileza.
En cuanto a lo del silo, pedir su conservación requiere mucho más estudio que los bocetos y opiniones lanzadas hasta el momento. Lo que sí digo no es opinión, sino un dato objetivo: tal silo no está catalogado como edificio a conservar en nuestro Plan General, que es la norma básica para estas cuestiones. Esto podrá parecer prosaico a los “conservacionistas”, pero los arquitectos son profesionales del Urbanismo y deberían manejar estas cuestiones.
Esta ciudad nuestra no está huérfana de criterios al respecto. Tenemos una normativa urbanística y está para ser cumplida, mientras no se modifique.
Que el silo justifique una catalogación nueva es “harina de otro costal”, y perdón por la imagen.

martes, 16 de noviembre de 2010

PRIMERAS REFLEXIONES.

José María, es un lujo para mí compartir este blog contigo. De momento ya sé algunas palabras en quechua. Y de fondo, aquella prueba triple antecedente de la que hoy da nombre a nuestro blog: no robes, no mientas, no gandulees. Si lo pensamos dos veces, hasta la ética está presente en las consecuencias sociales del cumplimiento de estos principios. Muy bueno, José María. Es un estupendo inicio.
Quiero dejar constancia aquí de cómo y porqué ha empezado todo esto, la idea de crear este blog y ponernos a decir cosas en él. Un buen día, motivados por la idea de intentar hacer que nuestro club, el Rotary Club de Alicante tuviera más presencia en nuestra comunidad, algunos de nosotros acordamos empezar a escribir cosas para que pudieran ser leídas por los demás. Como dice José María, somos de lo más heterogéneo. Profesionales de distintos campos y de diferentes tendencias, pero que tenemos en común lo que es imprescindible para pertenecer a un club como el nuestro: el espíritu de servicio, la fe en la amistad y la convicción de que una sociedad es mejor si la ética personal y pública está presente en sus relaciones.
La idea es ofrecer nuestra visión de la comunidad en la que vivimos, pasada por el prisma de los principios rotarios. Una vez me atreví a resumirlos como “la ética de la solidaridad”.
De aquí, de este blog que inicia su andadura, pueden salir buenas cosas. En principio, se podrá disfrutar de la lectura, en el mismo espacio, de autores como José María Tortosa, Pepe Asensi, Paco Poveda o Jaime Blanco. Yo espero disfrutar de ello y aprender todo lo que pueda de vosotros.
Mientras tanto, irán cayendo textos, ideas, opiniones, que como las gotas de agua un día pueden fluir, arrastrar y limpiar.
Larga vida a este blog. Bienvenidos todos.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Acuerdo de mínimos

Los miembros de este blog compartimos un acuerdo sobre los criterios que deberían guiar lo que hacemos. Aparece a la derecha del blog como las cuatro preguntas que se puede uno hacer ante cualquier acción y que conforman la prueba cuádruple de lo que se dice o se hace.
Venimos de tradiciones diferentes y tenemos profesiones igualmente diferentes, pero este es nuestro acuerdo de mínimos, que no significa que siempre lo cumplamos. Errare humanum est.
Como andino honoris causa la prueba cuádruple me recuerda los tres preceptos que los conquistadores incas del Cusco imponían a sus territorios conquistados y que ahora, curiosamente, aparecen en las respectivas Constituciones de Bolivia y el Ecuador: ama sua, ama llulla, ama qhilla en quechua (en el kichwa ecuatoriano es algo diferente, pero eso ahora no importa). Se trata de "no robar", es decir, no causar perjuicio a otro o, en positivo, actuar con buena voluntad. "No mentir", es decir, en positivo, buscar la verdad. Y "no ser perezoso" que, en positivo es procurar cosas que sean acciones beneficiosas para los participantes en las mismas. 
Fruto de los tiempos (los incas no parece que estuviesen por la cuestión), la prueba cuádruple añade un cuarto elemento: la equidad, el juego limpio, la justicia.
Y desde ese acuerdo vamos a conversar.